Historia De Arte De La Pintura De Puerto Rico

Las artes plásticas en cualquier sociedad son expresión de los anhelos, sentimientos, realidades de la sociedad donde se realizan. Los artistas como individuos, con habilidad y talento para manejar los medios plásticos: la pintura, el dibujo, la escultura, el grabado, la cerámica y la fotografía, construyen trabajos para comunicar ideas, sentimientos y valores con la intención de que el espectador comprenda esos mensajes en la obra. Es por esta razón que en su praxis y desarrollo las formas artísticas se acercan al sentido estético item del público receptor de la obra.

La plástica puertorriqueña es una de las expresiones más significativas y definitorias de nuestra cultura. Las costumbres, la relación con la naturaleza, el sentido ético, las ideas políticas y religiosas, la visión de la historia como pueblo son algunas de las manifestaciones que hemos visto en la plástica a través del tiempo. La realidad nacional, con sus particularidades y acentos se dan en el contexto de una sociedad altamente compleja, tanto en el aspecto histórico, político como social y económico. La comunidad artística es testigo y partícipe de esa realidad, mientras que el arte expresa la visión del entorno de los seres de la sociedad que la componen.

Los primeros siglos de la colonia

Las referencias sobre el arte en Puerto Rico en los primeros dos siglos bajo la dominación española son escasas. De acuerdo con el estudioso Arturo Dávila, la obra más antigua conocida, que sobrevivió los embates del tiempo, es la tabla flamenca "La Virgen de Belén", pintura renacentista, que durante cuatro siglos permaneció en la capilla de Nuestra Señora de Belén en la Iglesia San José. El mural "San Pedro González Telmo", está considerado como la obra más antigua realizada en la Isla. Pintada en el muro norte del crucero de la Iglesia San José, este mural fue tapiado en época posterior y descubierto durante la restauración de la iglesia en 1978. Con la restauración de la Iglesia San José, terminada en el 2021 se han encontrado trabajos artísticos que todavía faltan por ser estudiados y los hallazgos ser publicados.

La pintura más antigua cuya autoría se atribuye a un puertorriqueño es "La Virgen de Monserrate" en Hormigueros. Su pintor fue Manuel García. Hay diferencia de parecer entre los doctores Arturo Dávila y Osiris Delgado en cuanto al autor de la "Adoración de los Reyes Magos" en la Iglesia de Hormigueros, obra del siglo XVII.

Otra obra de consideración de este periodo es el "Ex voto de la Virgen de Monserrate". La obra narra el milagro de Hormigueros, la aparición a Giraldo González de la Virgen de la Monserrate al clamar por protección de un toro que lo iba a envestir en los llanos de Hormigueros.  Esta leyenda ha tenido presencia singular en la imaginería popular puertorriqueña.

Se conocen varias obras anónimas de principios del siglo XVII, tales como: "Santa Bárbara", "Nuestra Señora de Valvanera", "Nuestra Señora del Rosario" y "Nuestra Señora de la Divina Aurora".

Para principios del siglo Xviii, dos familias que se desempeñan como doradores, decoradores y talladores eran: los Campeche en San Juan y los Espada en San Germán. Impulsados por la devoción religiosa, estas familias de artistas y artesanos se dedicaron a suplir a los conventos, iglesias y devotos, las tallas y pinturas devocionarias.

La producción de la pintura cayó casi totalmente en los hombros de José Campeche (1751-1809). Considerado el mejor retratista hispanoamericano de su tiempo, era hijo de Tomás Campeche, esclavo liberto y María Jordán, oriunda de las Islas Canarias. Campeche se formó bajo el amparo del taller familiar.

Las obras del maestro Campeche, pese a su abstención a temas propiamente criollistas, poseen el sabor, visión y preocupación de la sociedad que lo rodeaba. Al examinar su obra, observamos rasgos auténticamente puertorriqueños. En la pintura de Campeche domina en cantidad la obra religiosa, pero en calidad los retratos; respondió a los parámetros del pintor de oficio y exaltó a través del retrato los personajes prominentes del país en el entorno puertorriqueño. Incorporó en estos retratos la fruta tropical y el juguete infantil puertorriqueño como en "Dama a caballo", (óleo sobre madera, 38.8 x 30.v cm) y "Retrato de las hijas del gobernador de Castro", (óleo sobre lienzo 45 1/2″ x 31 ½), el paisaje isleño como en "El retrato del Ramón de Carbajal" (tabla 45cm. X 32cm., 1792) y el "Retrato del gobernador de Castro" (óleo sobre lienzo, 236cm. Ten 167cm.)  Los eventos históricos fueron parte importante de la obra de Campeche, como La invasión de los ingleses de 1797, rechazada por el ejército de la Isla bajo el comando del gobernador Ramón de Castro, en "Exvoto del asedio de las armas británicas a la ciudad de Puerto Rico'', (óleo sobre lienzo, 64 x 86.two cm. 1797), en la colección Palacio Arzobispal y otros eventos históricos como la representación del "El salvamento de Don Ramón Power", (óleo sobre tabla, 43 10 31 cm., 1788).

En el conjunto de los elementos anecdóticos incorporados a los retratos de poder, Campeche testificó la posición social y política de sus sujetos. En estos retratos se reveló la sociedad puertorriqueña de la época, sus personajes prominentes, gobernantes, militares, clérigos, sus científicos y sus personajes de sociedad. Campeche compartió con Paret la afición por el miniaturismo, en las cuales examinaban detenidamente objetos para descubrir y trabajar en la obra el detalle minuciosamente.

El contacto con la pintura europea de Campeche se dio en el encuentro con Luis Paret y Alcázar (1746-1799).  El pintor Paret llegó a Puerto Rico en 1775 desterrado de España por el rey Carlos III.  La vida de juergas y bebelatas que el pintor compartía con el hermano del Rey en España provocó la furia de aquél, que lo desterró como castigo a Puerto Rico. Paret, acostumbrado a la vida cortesana española, trató de convencer al Rey que le permitiera volver y no fue hasta 1777 que consiguió autorización para su regreso.

Hasta ese momento (1775) la pintura de Campeche manifestaba un carácter lineal que impartía cierta dureza a su obra. Con las lecciones de Paret, su trabajo tomó un nuevo rumbo marcado por el colorido que evoca la influencia de las tonalidades azules y rosáceas propias del rococó.

El tema religioso fue especialmente trabajado por Campeche.  Sus modelos para las pinturas religiosas fueron los grabados manieristas estudiados en los libros que atesoraba en su biblioteca. Entre sus pinturas de carácter religioso se encuentran: "Ánimas", "La Sagrada Familia", "Visión de San Francisco", "San Felipe Vinicio", "Santa Teresa de Jesús", la "Virgen del Rosario", la "Virgen de las Mercedes", la "Virgen del Carmen", además de la "Virgen de Belén", de la cual realizó varias copias.

El retrato será el género más logrado de Campeche. De carácter anecdótico e histórico y con gran atención al detalle, Campeche se destacó por obras tales como el "Gobernador D. Miguel Antonio de Ustáriz", "Dama a Caballo", "Capitán D. Ramón de Carvajal" y "María de los Dolores Martínez de Carvajal", entre otras.

Es precisamente en los retratos que el pintor comienzó a introducir referencias y elementos propios del paisaje puertorriqueño. Ejemplo de ello lo podemos observar en el paisaje de la ciudad de San Juan representado en la pintura del gobernador Ustáriz, en "Las hijas del gobernador D. Ramón de Castro" (1797), en la cual una de las niñas sostiene una maraca de higüera y en el piso hay una piña y, en el retrato del Gobernador D. Ramón de Castro (1800), con la vista panorámica del Condado y Puerta de Tierra.

Las primeras tres décadas del siglo XIX

A la muerte de Campeche y hasta despuntar la obra del pintor Francisco Oller (1833-1917), conservaron la tradición de la pintura en Puerto Rico un gran número de pintores y pintoras. Entre estos artistas, podemos mencionar a Florentino Martínez, Petrona Font,  Antonio Viera, Pedro Crebasol, Pascual Cuevas, Felipe Durán, Manuel Felipe Castro, Vicente García Sahagan, Miguel Orlando, Pedro Lovera,  Joaquín Goyena (thousand. 1834), Francisco Goyena O'Daly (1785-1855), el español Juan Fagundo (chiliad. 1847), Juan Cleto Noa, Amalia Cleto (1826-1900), Magdalena Cleto y Asunción Cleto (1842-1906), Ramón Atiles y Pérez (1804-1875), Eliah Metcalf (N. 1785), Jenaro Pérez Villamil (1807-one 854), Charles Walker (M. 1843), Samuel F. B. Morse (1791 -1872), Pedro Pablo Pommayrac (1819-1880), Adolfo Marín Molinas (1858-1914), José Cuchi y Arnau (1857-1 936), Pedro Lovera (N.C. 1815), Petrona y Beatriz Massana (1820-1896), Cipriana De Andino (1794) y Bernardina Rubin De Celis.

Artistas peninsulares y extranjeros visitaron la Isla, manteniendo la pertinencia de la actividad plástica, pero fue con Oller que la pintura plasmó un sentido de identidad nacional y carácter definitorio.

Estímulo del Gobierno colonial a las artes

Durante la segunda parte del siglo 19, el gobierno de la Isla propició actividades que iban dirigidas al progreso económico y la actividad cultural. Entre otras actividades, las Ferias Exposiciones tuvieron como propósito estimular la actividad industrial, agrícola y artística y demostrar el desarrollo de las últimas colonias españolas en América. Las Ferias fueron el foro de exposición y divulgación de las artes durante cincuenta años. Fueron una plataforma gubernamental y oficial de presentar y testificar el desarrollo de la plástica y de la calidad artística, presentando lo que se estaba haciendo en el País.

La primera Feria Exposición se celebró en San Juan en 1854. Le siguieron otras ferias en San Juan en los años 1855, 1860,1865, 1871 y una feria celebrada en la ciudad de Ponce en 1882. La Feria celebrando el cuarto Centenario del Descubrimiento de Puerto Rico se efectuó en 1893. Fue la última del periodo español en la Isla.

En la primera feria en el área de las Bellas Artes se exhibieron 42 obras de 10 exhibidores. La participación de artistas y obras en esta segunda Feria aumentó la participación y cantidad de obras exhibidas. A través de los años y más importante la producción de obra de artes tendrá la oportunidad de ser exhibidas y apreciadas por un gran número de puertorriqueños.

Es importante la participación femenina en estas ferias y falta investigación para hacer justica a la producción de estas. En la Exposición de 1855 exhibieron: Tomasa González, de Caguas; Emeteria Cebollero, de Manatí; Josefa Lloreda, de Mayagüez; y María de la Paz Carrión (1839-1911), de Gurabo.

En la de 1865, Elisa Racine de Hecht, y Cecilia St. Víctor de Goico (m. 1891), ambas de San Juan. En la de 1882, Rita Miticola y Cabrera, y Matilde L. de Lohse, también de la Capital letter. Estuvieron activas Amparo Fernández Náter (1871-1943), Rosario Dabán (1849-1909), Obdulia Cottes (1867-1930), Sievens de Llensa (1859), Micaela Inés Finlay (1806-1884), Victoria Finlay (1872), Sara Finlay, López de Cabello, María Eulate(1871-1961), Adela Lynn, Rosa Echeveste, Carmen Echeveste, Emilia Finlay de Waymouth (1869-1926), Lorenza Guerra(1875-1966), María Garriga (1881-1952), Caridad Garriga, Rita Serra Palau, Lucia Arias y Ariste, y Herminia Meitz.

Francisco Oller y Cestero

Oller y Cestero es el pintor puertorriqueño más destacado del siglo XIX.  Su formación insular se inició en el Estudio de Juan Cleto Noa entre 1844 y 1845. Posteriormente estudió en Madrid y en París (1858-1865), donde participó en el taller de Thomas Couture junto a Claude Monet, Auguste Renoir, y Alfred Sisley, entre otros. Es en esa primera época parisina que se adentró en la obra de Gustave Courbet, pintor realista, y uno de los pintores más distinguidos del momento. Luego de su participación en la exposición del Salón de París en 1864, regresó a Puerto Rico, realizó entre 1866-1872 varias pinturas que ilustran su pensamiento abolicionista y su preocupación social. De este periodo son: "United nations boca abajo", "Castigo del negro enamorado", "Almuerzo de ricos", "Almuerzo de pobre", "Una madre esclava y libre a los sesenta". Estas obras de tema esclavista eran completamente realistas y presentaban una narración sin apelar a los símbolos para comunicar su concepto. Para cumplir su cometido social, el realismo era una necesidad.  En Puerto Rico permanece hasta 1873, fecha en que se inicia su segunda estancia en París (1873-1878).

Durante este período Oller participa activamente en el movimiento pictórico conocido como el impresionismo. De este estilo incorporó en su obra la preeminencia de la luz y el color. La luz se convirtió en protagonista y definió el color y el tono, efectos que se observan en sus escenas campestres, tanto en los paisajes franceses, como en los criollos. La experiencia de pintar al natural le permitió descubrir la forma en que la luz afecta el color.

Copartícipe del desarrollo del impresionismo en Francia, Oller abrió las puertas del arte puertorriqueño al arte moderno al tiempo que con su obra colocó a Puerto Rico en la palestra artística internacional. Tanto "Paisaje francés II" como "El estudiante", son obras emblemáticas del impresionismo por el uso de la luz y el colour, el ambiente íntimo y la representación del paisaje al natural. No obstante, su conciencia social encuentra en el realismo el lenguaje estilístico que mejor expresa sus preocupaciones sociales, por lo que en su obra coexisten el realismo y el impresionismo. El tema determina el lenguaje plástico empleado. De esta forma, en el realismo de "El velorio" asoman, a través de la puerta y la ventana, dos paisajes impresionistas. Oller traerá a su pintura las costumbres puertorriqueñas, la belleza del paisaje y los problemas sociales. El realismo le proveyó el espacio para crear obras que evidenciaron su profundo desagrado por la injusticia social y su objeción a la autoridad gubernamental despótica de su época. Algunas obras de crítica social son "Un boca abajo", "Castigo del negro enamorado", "Almuerzo de ricos", "Almuerzo de pobre" y "Una madre esclava". "El velorio" es la obra cumbre de Francisco Oller. En ella hace una aguda crítica a la costumbre del baquiné. La obra representa los excesos y la falta de decoro ante la muerte de un niño. Se hace patente su anticlericalismo, como también su crítica al racismo, a la desigualdad social, a las costumbres frívolas para resaltar los valores nobles que encarna el negro Pablo, quien es el único personaje que asume una actitud digna ante la muerte.

Impacto de la invasión en 1898

En 1898 Estados Unidos invadió a Puerto Rico como consecuencia de la Guerra Hispanoamericana. Se impuso sobre el País united nations nuevo orden que, entre otros cambios, comenzó united nations férreo programa de americanización que tendrá impacto en la educación, en la vida cívica, en las instituciones religiosas east intentó eliminar el español como la lengua de los puertorriqueños. Aunque la situación económica de Puerto Rico era precaria, es pertinente subrayar que su sociedad tenía firmes creencias, valores y tradiciones que la caracterizaban y la vinculaban a la cultura hispánica, además de la aportación de la herencia taína y africana.

Como consecuencia del disloque que provocó la invasión, en las artes se manifiesta una voluntad de identificar, definir y precisar los rasgos de una identidad amenazada. El paisaje, los tipos, costumbres y formas de la realidad puertorriqueña, serán su fuente de inspiración. La figura del jíbaro surge como ícono de afirmación cultural y de resistencia ante las agresiones culturales y el rechazo manifestado por una parte de la sociedad hacia la cultura puertorriqueña. La búsqueda de la identidad que se observa en la literatura, la música y el teatro, calará en la psiquis de los puertorriqueños, y encontrará su propia manifestación en las artes plásticas. La obra de cuatro artistas, todos nacidos antes de 1898, pone de salve esa voluntad.

Manuel East. Jordán (1853-1919), Ramón Frade (1875-1954), Miguel Pou (1888-1968), Oscar Colón Delgado (1889-1968) y Juan Rosado (1891-1962) recrearon en el paisaje y la figura la intención de una definición de lo puertorriqueño. En sus obras se afianzará la identidad puertorriqueña, a través las costumbres y el folclore, la belleza del paisaje y la vida cotidiana. Manuel Jordán con predilección con los paisajes, guarda la influencia de su maestro Francisco Oller. El paisaje en su obra plástica es un testigo mudo, al presentar escasa participación humana no hay la interacción de personas en el paisaje urbano en la obra de Jordán.

La obra de Ramón Frade delató la necesidad de precisar los rasgos de la personalidad criolla; sus personajes eran hombres y mujeres de carácter y reciedumbre, laboriosos como el jíbaro de "El pan nuestro" – su pintura más emblemática-, representativa de las costumbres y labores tradicionales.

United nations acercamiento semejante se observa en la pintura de Miguel Pou. Obras como "Río Portugués con lavandera" y "Paisaje del sur de Puerto Rico" muestra su deseo de realzar la belleza de su tierra. En su estilo, Pou mantuvo una paleta impresionista con marcada tendencia al realismo. Oscar Colón Delgado, de una forma más romántica, siguió los pasos de sus congéneres. Paisajes como "Mañana de primavera", "Casita de la hill" y "Lavandera" le hicieron merecedor de excelentes críticas. Por otro lado, la obra de Juan Rosado, de carácter más popular, prestó atención al escenario sanjuanero. Así lo demuestra en obras como "La espera", "Casita con dos escaleras" y "Puerta de Tierra", entre otras.

Trabajaron con empeño artistas como Mario Brau Zuzuárregui (1871-1941), Julio Medina (1867-1937) y Félix Medina (1881-1927), Juan A. Rosado (1891-1962), Rafael Ríos Rey (1911-1980), Rafael Palacios (1905–1993), José López de Victoria (1898-1948), Fernando Díaz Mackenna, y Elías Levis Bernal (1871-1942), estuvieron activos trabajando en la producción artística. Los artistas de este periodo perseveraron a pesar de vivir penurias y aislamiento.

Artistas extranjeros y sus aportes

Varios acontecimientos incidirán en el desarrollo de las artes plásticas y traerá una nueva oleada de extranjeros artistas al país. Como resultado de la Guerra Ceremonious Española (1936-1939), una pléyade de artistas e intelectuales encontraron en la Universidad de Puerto Rico las puertas abiertas para la enseñanza y la creación. La Isla fue united nations lugar propicio en el que los artistas españoles Alejandro Sánchez Felipe (1895-1971), Gonzalo Gil de León (1873), Cristóbal Ruiz Pulido (1881-1962), Ángel Botello (1913-1986), Francisco Vázquez "Compostela" (1898-1988), Carlos Marichal (1923-1969), Eugenio Fernández Granell (1912-2001), el vienés Franz Howanietz (1897-1972) y los estadounidenses George Warreck (1899-1991) y Walt Dehner (1898-1975) establecieron cátedra.

Con la llegada en 1929 de Walt Dehner como profesor se comenzaron las labores docentes en las artes en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.  Este organizó exhibiciones sobre las obras  de Pablo Picasso, Joan Miró, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Las colectivas nacionales en la década de 1930 sirvieron para tomar el pulso de la producción artística local. Por su parte, los artistas Sánchez Felipe, Cristóbal Ruiz, Carlos Marichal, y Fernández Granell, se integraron a la cátedra en varias instituciones educativas para colaborar en la formación de una nueva generación de artistas .El Departamento de Arte de la Universidad Interamericana en San Germán comenzó sus cursos desde 1932.  Edith Moris y Maria Luisa Penne de Castillo (1913-2005) en los primeros años del departamento impartieron cátedra, a la que se le unieron, Jaime Carrero, Noemí Ruiz, (19310 Sadot Marchani, Genoveva Comas, entre otros.  Esta institución ha formado desde entonces una gran cantidad de artistas y educadores de arte en el País.

Ya para las décadas de 1920 al 1940 el artista boricua no estuvo solo en la producción artística y se comenzaron a realizar esfuerzos oficiales para que las obras de artes fueran exhibidas.  No fue el gobierno insular el que propició estos esfuerzos; fueron las universidades y los programas del Nuevo Trato que crearon el ambiente para la exhibición y la promulgación de las artes.  La agenda colonial trajo al país empleados federales, maestros, profesores universitarios y sobre todo ministros y trabajadores de las iglesias protestantes. Sin menospreciar el interés de propagar sus creencias religiosas, de no darse la coyuntura del cambio político en la isla, probablemente no hubiesen llegado a la Isla el número de ministros, trabajadores de la salud asociados a las iglesias y maestros con sus familias que así lo hicieron. Los artistas estadounidenses organizaron la Liga Profesional de Artistas Americanos. Sin preocupaciones ideológicas en su obra, la producción artística de estos estadounidenses fue marcadamente diferente a los artistas puertorriqueños que compartieron las salas de exhibición en esta década. En su obra de los artistas estadounidenses no habrá preocupaciones de orden político ni compromiso nacional, sus obras responderán a las corrientes artísticas de la época.  En las actividades de esta liga participarán tanto artistas locales como extranjeros.

Entre los proyectos del Puerto Rican Emergency Relief Administration (PRERA) establecerá cuatro academias de Dibujo y Pintura; en San Juan, dirigida por Alejandro Sánchez Felipe, en Arecibo dirigida por González Seijo (1907-1971), en Mayagüez dirigida por Oscar Colón Delgado y en Ponce la dirigirá Horacio Castaing (1899-1935). En esas escuelas estudiaron artistas como Luisina Ordoñez, Augusto Marín (1921-2011), Guillermo Rodríguez (1913 – 2004), Fran Cervoni (1913-2001) y José Rafael Juliá.

Artistas jóvenes de las décadas de 1930 y 1940

Algunos artistas jóvenes se establecieron en Estados Unidos en busca de un ambiente más propicio para el arte. Las experiencias de Luis Quero Chiesa (1911-1994) y Rafael Palacios (1905-1993) son ejemplo de este grupo. Para ellos, la representación de la puertorriqueñidad se convirtió en objeto de exploración. Quero Chiesa, con imágenes populares de tono tenebrista, buscó la imagen del nuevo jíbaro en obras como "El jacho". Por su parte, Palacios retrató al negro y el ámbito racista que le rodeaba. Las obras "Pena negra" y "Tabú" presentan este tema novel en la plástica nacional que resulta una alerta a la negritud en nuestra sociedad.

Generación del 1940

Dare de la exposición "Retrospectiva" (1978) de Lorenzo Homar. Colección Fundación Puertorriqueña de las Humanidades.

La actividad pictórica que antecede a la generación de 1950, fue una pintura predominantemente realista. Entre las décadas de 1940 y 1950 regresaron a Puerto Rico artistas que habían emigrado o servido en el ejército estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, que habían tenido la oportunidad de formarse en escuelas de arte en el extranjero.

En 1940 se inauguró una nueva sala de exposiciones en el Ateneo Puertorriqueño y en 1945 se fundó la Academia de Arte de Edna Coll, que operó durante cuatro años. En esa década surgieron instituciones y esfuerzos gubernamentales que dieron cauce a united nations vigoroso movimiento artístico donde arrancan la escuela del grabado y del cartel nacional. Una vez establecido el Estado Libre Asociado en 1952 los artistas que se sumaron a los talleres gubernamentales encauzaron su sentido estético a la búsqueda de la afirmación e identidad nacional.

El primer taller gubernamental de impacto en las artes fue el Taller de Cinema y Gráfica de Parques y Recreo Público, que en 1949 se transformó en la División de Educación de la Comunidad (DIVEDCO), y se mantuvo activo hasta 1989. La artista estadounidense Irene Delano (1919-1995) dirigió el taller de gráfica donde se produjeron carteles y trabajos gráficos de mensajes sociales y educativos. El taller empleó a jóvenes artistas, algunos sin educación formal en las artes, que mostraban talento. Fue en ese taller que se formaron los artistas de la Generación del 1950. Aquí estos jóvenes fueron educados en las técnicas de la serigrafía. La serigrafía, medio gráfico de gran calidad pictórica, que no requiere prensa, y que permite hacer cientos de impresiones será el medio idóneo para esta producción. Trabajaron allí:  Lorenzo Homar (1913-2004), Rafael Tufiño (1922-2008), Carlos Raquel Rivera (1923-1999), Julio Rosado del Valle (1922-2008), Antonio Maldonado (1920-2006), José Meléndez Contreras (1921-1998), Manuel Hernández Acevedo (1921-1988), Eduardo Vera (1926-2006), José K. Figueroa (1931-1964), Félix Bonilla Norat (1912-1992), David Gotía (1932-2004), Isabel Bernal (1935), Carlos Osorio (1927-1984) y Francisco Palacios (1916-1972), entre otros.

En 1950, los artistas Lorenzo Homar, José Antonio Torres Martinó (1916-2011), Julio Rosado del Valle y Félix Rodríguez Báez (1929-2013), establecieron el Centro de Arte Puertorriqueño (CAP). Armados del medio del grabado, produjeron obras dirigidas a destacar lo puertorriqueño, en un medio multi ejemplar, fácil de exhibir y adquirir. La obra del CAP estuvo cargada de preocupaciones sociales y políticas que respondían al interés de expresar el sentir de su pueblo. La Compañía de Fomento Industrial designó en 1954 la junta que comisionó una serie de murales para decorar fábricas en la Isla. Participaron en este proyecto los pintores Rafael Ríos Rey, Rafael Tufiño y José A. Torres Martinó.

Otros factores contribuyen al desarrollo de la plástica nacional

El Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), fue otro de los ejes que impulsó a la plástica en la década de 1950. Creado en 1955 para consolidar y promover la cultura e identidad puertorriqueña, el ICP promovió la exposición exhibición de la obra plástica. Creó museos, colecciones, salas de exposiciones, exposiciones itinerantes, la Bienal del Grabado Latinoamericano de San Juan, convertida en 2004 en la Trienal Poligráfica de San Juan y auspició becas para que los artistas desarrollaran su talento. En 1957 estableció el Taller de Artes Gráficas dirigido por el maestro Lorenzo Homar. Allí fue donde se formó la próxima generación de artistas, tales como: José Alicea (1928), Myrna Báez (1931-2018), Antonio Martorell (1939), José Rosa (1939), Jesús Cardona (1950), Luis Alonso (1951) y Luis Maisonet Ramos (1952).

Una serie de acontecimientos estimularon el desarrollo de una fuerte plástica puertorriqueña que, si es figurativa en ese tiempo, lo es por elección, donde los artistas que se desarrollaron comentaron, presentaron y recrearon el mundo que los rodeaba. Entre fines de la década de 1940 y durante los siguientes años de 1950 y 1960, fue united nations periodo de gran desarrollo económico, en que la economía puertorriqueña  se transformó de una agraria a una industrializada con todos los desfases que esto implicara.

En 1951, se fundó el primer museo formal de Puerto Rico, el Museo de Historia, Antropología y Arte de la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras. Desde sus inicios atesora una valiosa colección arqueológica y de arte de los antiguos pobladores del País, sobre todo del periodo taíno, así como documentos históricos. Mención aparte merece su rica colección de pinturas, grabados y carteles; realizados por artistas puertorriqueños. En 1959, Luís A. Ferré fundó el Museo de Arte de Ponce, institución que cuenta con una magnífica colección de arte europeo, además de una sólida colección de arte puertorriqueño. En 1965 el Museo se mudó de una antigua casa de la calle Isabel en la zona histórica de la ciudad al bodily edificio diseñado por Edward Durell Stone que es en sí una joya arquitectónica, en la Avenida Las Américas.

La Galería Pintadera, del fotógrafo Samuel Santiago abierta en 1955, por muchas décadas sirvió de sala de exposiciones y venta de arte puertorriqueño. En 1959 abrió otra galería significativa, la Campeche, fundada por Domingo García (1930), que fue, además, taller-escuela para una generación de jóvenes artistas, entre los que cuenta, Rafael Rivera Rosa (1942) y José Rosa (1939).

La generación del 1950

El mangle de Myrna Báez

"El mangle" de Myrna Báez. Colección Museo de Arte de Ponce.

La llamada Generación del 1950 incursionó en la pintura y el grabado con gran fuerza creadora, adoptando en su lenguaje estilos contemporáneos. No obstante, mencionaremos a aquellos que, por su influencia formadora; su extensa obra, en número como en medios expresivos o su contribución en la renovación de los lenguajes plásticos ameritan inclusión en este ensayo general. En esta secuencia histórica, dicha generación se adentró en estilos ilustrativos de la evolución de la plástica y su inserción en diversas corrientes de la pintura moderna.

La diversidad de acercamientos a estilos y tendencias es la constante entre los artistas puertorriqueños de ésta y otras generaciones. Esa diversidad no está reñida con la posibilidad de que cada artista defina united nations estilo propio y una búsqueda conceptual propia. Por tanto, entre la figuración y la abstracción se manifiestan estilos como el realismo, el realismo social, el expresionismo, el expresionismo abstracto, el surrealismo, el primitivismo y otras tendencias que enriquecen el panorama plástico nacional.

Dentro de la tendencia figurativa podemos mencionar artistas como José Oliver (1901- 1979), Luisina Ordóñez (1909-1975), Rafael Ríos Rey (1911-1980), Luisa Géigel (1916-2016), Rafael Tufiño (1928-2008), Lorenzo Homar (1913-2004), Fran Cervoni (1913-2001), Osiris Delgado (1920-2017), María Rodríguez Señeriz (1928), María Luisa Penne de Castillo (1914 -2006) y Alfonso Arana (1927-2005).

Julio Rosado del Valle (1922-2008), es el primero en abordar la abstracción. Su obra rompe los patrones realistas de imágenes reconocibles sin dejar de ser puertorriqueña. Su pintura se destaca por el vibrante uso del colour y los aciertos compositivos. Olga Albizu (1924-2005), Víctor Linares (1929), y Roberto (Boquio) Alberty (1930–1985) componen la primera generación de artistas que adoptan la abstracción como medio de expresión. Se les unirán más tarde Noemí Ruiz (1931), Luis Hernández Cruz (1936), Jannette Blasini (1941-2003) y Marcos Yrizarry (1936-1995).

El expresionismo es cultivado en la plástica puertorriqueña por artistas que, partiendo de la realidad circundante, asumen una actitud expresiva fuerte y de gran energía. José A. Torres Martinó (1916-2011), Augusto Marín (1921-2011), Félix Rodríguez Báez (1929-2013), Domingo García (1932), Myrna Báez (1931-2018), Francisco Rodón (1934) y Carlos Irizarry (1938-2017), llenarán su obra de gran fuerza expresiva. Julio Rosado del Valle exploró también en ocasiones el expresionismo abstracto con gran fuerza y control como en "Vejigantes". En la incursión en el expresionismo nuestros artistas realizarán interpretaciones que no se limitarán a la realidad objetiva, la obra asume la interpretación subjetiva del artista.

Por otro lado, fue excepcional la incursión de nuestros artistas en un experimentar con el surrealismo criollo. Los centros universitarios brindaron el ambiente para estilos más "universalistas" no abordados por la Generación del 1950 y su calendar puertorriqueñista. El maestro español Eugenio Fernández Granell, que permaneció en Puerto Rico de 1951 a 1955, promovió el surrealismo en su obra "Los limones voladores". Artistas como Félix Bonilla Norat, con "La violencia", "Cuatro brutos", "Pegaso y mujer"; los hermanos José Doval (1917-1957) y Narciso Doval (1916-1970) con "Dos caras", Luis Maisonet, con "Víspera del eclipse" y, sobre todo, Carlos Raquel Rivera con "La enchapada", crearon obras que, por sus imágenes, interpretación y composición, tal vez sin pretenderlo, representaron la mejor pintura surrealista del País.

La neofiguración como movimiento no se aparta de la imagen reconocible pero el artista la moldea y la recrea para introducir en ésta su interpretación creativa a través de la forma y el color. El artista presenta su interpretación conceptual de la imagen. No es realista, pero no tiene intención abstracta; es la evolución de la imagen a través de la visión y la paleta del pintor. La neofiguración es la evolución de una pintura, que reinventa la imagen. José Meléndez Contreras (1921-1998), Carlos Osorio (1927-1984), Rafael Rivera García (1929-2014) y Jaime Carrero (1931-2013) cultivaron este estilo.

El primitivismo se caracteriza por una forma simplificada de acercarse a la imagen presentada en la obra, por el uso del color brillante y porque los espacios se resuelven con una perspectiva no científica. Sin preparación académica en las artes, se destacaron Manuel Hernández Acevedo, como el pintor primitivista por excelencia, y José Ruiz. La obra de Hernández interpretó a través de la línea y el color su entorno como, por ejemplo, "La capilla" o la serigrafía "Casas en el mangle".

De la décado de 1960

Boom-boom de Rafael Trelles

La prosperidad económica y la rápida transformación de la sociedad puertorriqueña en la segunda mitad del siglo Xx abrieron nuevos horizontes a la plástica puertorriqueña y más artistas continuaron estudios fuera del País. Los medios de comunicación masiva acercaron aún más a nuestros artistas a las corrientes internacionales. Con más posibilidades de viajar y participar en eventos internacionales, las artes plásticas puertorriqueñas abrazaron los nuevos movimientos. Los eventos sociopolíticos de la década de 1960, como la Guerra de Vietnam, las huelgas universitarias, la pérdida de la hegemonía política del Partido Popular Democrático y el crecimiento del anexionismo cultural y político con el Partido Nuevo Progresista, mantuvieron a algunos artistas inmersos en una producción plástica de contenido político. Otros tomaron la senda de la exploración de las nuevas corrientes contemporáneas.

En este periodo, artistas como Antonio Martorell (1939), Jaime Carrero, Francisco Rodón, Myrna Báez, José Alicea, Julio Rosado de Valle, Roberto Moya (1931-2008)), Rafael Ferrer(1933), Carlos Irizarry, Marta Pérez (1934-2003), Nelson Sambolín (1944), Lope Max Díaz (1943), Paul Camacho (1929-1989), Antonio Navia (1945), Carmelo Sobrino (1948), Andy Bueso (1950-2000), Carmelo Fontánez (1945), Olga Albizu, Jeannette Blasini,(1941-2003), Roberto Alberty, Rafael Colón Morales (1941), John Balossi (1931-2007), Jaime Romano (1942) y Domingo García, entre otros, mantendrán una rica producción de obra plástica que se mueve entre lo abstracto y lo figurativo, lo experimental y lo tradicional.

Se unirán a este grupo artistas como Betsy Padín (1933), Roy Kavestsky (1946), Julio Suárez (1947), Elizam Escobar (1948-2021), René Santos Irizarry (1934), Antonio Cortés (1951), José Bonilla Ryan (1947-2001), Daniel Lind (1953), Nick Quijano (1953), Oscar Mestey (1955), Pepón Osorio (1955), Arnaldo Roche (1955-2018), Carlos Collazo (1956-1990), Dennis Mario Rivera (1957), Anaida Hernández, Jorge Zeno (1956), Rafael Trelles (1957), Eric Tabales (1962), María de Mater O'Neill (1960) y Nora Rodríguez Vallés (1957).

Será década de 1970 la que traerá las controversias más álgidas en cuanto a la cultura puertorriqueña en el Puerto Rico moderno. Debates y activismo entre todas las clases culturales en Puerto Rico serán la respuesta a una política del Partido Nuevo Progresista de menosprecio a identidad cultural a favor de la agenda asimilista.  Similar a las controversias sobre identidad nacional a comienzos del siglo 20 la cultura encontrará una postura gubernamental de no apoyo, censura y hasta tergiversación de la cultura.

En esa hubo cesantía de artistas en sus puestos docentes, y la censura de muchos que no apoyaban las posturas oficiales. También provocó la emigración de muchos artistas del País. Se creó la Contra Bienal del Grabado Latinoamericano, boicot de los artistas puertorriqueños y muchos latinoamericanos a la que ese entonces había sido una de las bienales más prestigiosas en el hemisferio.  La Hermandad de Artistas Gráficos y el Comité Pro-Defensa de la Cultura fueron organizaciones que surgieron como reacción a la crisis. Otras organizaciones de artistas estuvieron activas en ese periodo, tales como: la Asociación de Mujeres Artistas, la Asociación de Escultores de Puerto Rico y la Asociación de Artistas Abstractos.

Entre 1977 y 1984 hubo un desmantelamiento del Instituto de Cultura Puertorriqueña, provocando un retroceso en el rescate y protección de los bienes culturales alcanzado hasta entonces. Esas acciones se detuvieron en el nuevo mandato como gobernador de Rafael Hernández Colón a partir de 1985, aunque dejó huellas que han sido difícil subsanar.

El grabado

El grabado, medio favorecido por el Centro de Arte Puertorriqueño (década de 1950) y por los talleres de la División de Educación a la Comunidad, será un medio para muchos artistas que se moverán entre la pintura y el grabado. Lorenzo Homar, considerado por muchos el padre del grabado puertorriqueño, Rafael Tufiño, Carlos Raquel Rivera, Julio Rosado del Valle, José Alicea, Myrna Báez, José Rosa y Antonio Martorell, producirán con excelentes resultados en ambos medios.

Una nueva pujante generación de artistas que se destacarán a nivel internacional casi exclusivamente en el medio, está compuesta por: María Emilia Somoza (1938-2020), Susana Herrero (1945), Isaac Novoa (1945), Luis Abraham Ortiz (1946), Carmelo Sobrino (1948), Consuelo Gotay (1949), Joaquín Reyes (1949-1994), Manuel García Fonteboa (1949), Analida Burgos (1949), Jesús Cardona, Mercedes Quiñones (1951-1999), Luis Maisonet, Lizette Lugo (1956), Diógenes Ballester (1956), Haydée Landing (1956), Martín García (1960), y Marta Pérez García (1965), entre otros. Con las nuevas técnicas de grabado no tóxico, el grabado se encuentra hoy en una nueva etapa de exploración de un lenguaje plástico.

Los artistas puertorriqueños han hecho importantes contribuciones paralelas a las que hemos mencionado en la pintura y el grabado, en la escultura, la cerámica, el dibujo y la fotografía.

El arte puertorriqueño hoy

Actualmente encontramos en las artes plásticas puertorriqueñas un nutrido grupo de jóvenes artistas que abordan los nuevos lenguajes del arte junto a otros que se siguen manifestando en los medios tradicionales. De esta forma, se observa una producción que camina a la par con las últimas tendencias que ha propiciado la globalización. El arte conceptual, la instalación, la construcción, la obra multimedio, el uso del ciberespacio, y el arte electrónico han encontrado terreno fértil para la producción de obras de arte en la Isla. Artistas como Carlos Ruiz Valarino (1967), Arnaldo Morales (1967), Enoc Pérez (1967), Aarón Salavarría, María Navedo Rivera (1949), Heriberto Nieves (1957), Eric French (1969), Víctor Rodríguez Gotay (1978), Jesús Ortiz Torres, Ramón 50. López Colón (1972), Reynaldo González Bravo (1968), Marta Lahens (1975), Charles Juhasz Alvarado (1965), Cacheila Soto (1979), Miguel Luciano (1972), Ricardo Ramírez (1958), Rosa Irigoyen (1951), Roberto Barrera, Carlos Marcial Torres, Néstor Otero (1949-2021), Wilfredo Chiesa (1952), Juan Sánchez (1955), José Morales (1947), Carlos Dávila Rinaldi (1958), Rafael Colón Morales (1941), Carlos Fajardo (1953-2017), Antonio Fonseca Vázquez (1972), y Raquel Quijano (1972), constituyen parte de la nueva generación del arte puertorriqueño del presente.

Referencias:

Dávila, Arturo 5. "Pintura puertorriqueña: colección de pinturas del Instituto de Cultura Puertorriqueña". San Juan: ICP, 2012.

____________. "José Campeche, testigo de la ciudad. Cuaderno del Instituto de Cultura Puertorriqueña. San Juan: ICP, 2005.

Delgado, Osiris. "Cuatro siglos de pintura puertorriqueña". Banco Santander Puerto Rico: Sociedad Editorial Electa España, S. A., 1998.

____________. "Historia general de las artes plásticas en Puerto Rico". San Juan: Editora Corripio, Santo Domingo, 1994.

Hermandad de Artistas Gráficos de Puerto Rico. "Puerto Rico: arte e identidad". San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998.

Ríos Rigau, Adlín. "Las artes visuales puertorriqueñas a principios del siglo XXI". San Juan: Editorial Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2002.

Torres Martinó, Antonio. "El arte puertorriqueño de principios del siglo XX". http://cmas.siu.buap.mx/portal_pprd/work/sites/arpa/resources/PDFContent/455/arte_puerto.pdf. Consultado 3 de mayo de 2021.

Vidal, Teodoro. "Cuatro campeches de regreso a Puerto Rico". San Juan: Ediciones Alba, 2011.

massenburgarly1977.blogspot.com

Source: https://enciclopediapr.org/content/artes-plasticas-puerto-rico/

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